Por si nos habíamos quedado bastante congelados con la ola de frío siberiana (como vaya a Siberia con un calefactor se van a enterar... -.-), las imágenes de estos días me han acabado de petrificar. Estoy atónita de ver como están evolucionando los acontecimientos y de cómo se está viendo en los medios y no me refiero al caso Urdangarín (único tema de t5) o del accidente estúpido de Banega (único tema de Canal 9) o de si este mes CR7 se ha hecho un peinado nuevo o no.
Como habréis adivinado me refiero a las protestas estuadiantiles en Valencia y en cómo han sido reprendidas por la policía. Me gustaría poner un poco de cordura en este tema (sí, tranquilos, ya sé que eso no se lleva en este país, pero bueno, solo será un poquito). Decir que los estudiantes son buenos y que todos los policías del mundo mundial son malos malísimos sería demasiado sencillo; analizar lo que está ocurriendo desde una perspectiva maniqueista sí que es un claro ejemlo de el fallo en la educación de este país.
Yo también estoy totalmente horrorizada por las imágenes de policías corriendo tras estudiantes como si fueran asesinos o terroristas, con porras o pistolas de pelotas de goma, y desde aquí quiero dar mi apoyo a los estudiantes del Lluís Vives, que se han convertido en la imagen visible de un malestar generalizado que nos ha llevado a este punto. Pero, por suerte, estamos en un estado de derecho con una serie de normas que hay que cumplir, y no pueden haber concentraciones numerosas, sin que hayan sido aprobadas por la Delegación, y sí eso sí me parece una contradicción, que en un país libre se deba pedir permiso para concentrarse con 10 días de antelación. De todas formas también hemos de ser realistas y ver que siempre, hay 4 o 5 energúmenos que se meten donde no toca y fastidian ya sea una celebración de fútbol, una manifestación o un concierto de la Pantoja.
Desde luego, lo que sí está claro que no se puede combatir la defensa de la educación con la agresión, es un contrasentido, porque si no, corremos el riesgo de caer en viejas historias que nuestros abuelos conocen bastante bien.
Dice una canción de Ismael Serrano: Papá cuéntame otra vez, esa historia tan bonita de gendarmes y
fascistas y estudiantes con flequillo, mi dulce guerrilla urbana en
pantalones de campana... y parece que volvemos a esa guerrilla urbana que es la que realmente tiene el poder, eso sí, esta vez de pantalones pitillo, o leggins...
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