Y el miedo sigue
ahí, sin lágrimas, sin llantos, oculto entre boas y pizpiretas bailarinas
vestidas de satén. Es un miedo rancio, amargo, dormido en los suspiros del
tiempo y enraizado en los recovecos de un mañana que nunca llega.
Miedo a soñar y
miedo a despertar, miedo a vivir; sí, eso es, miedo a vivir. Acurrucada en un
rincón atesoro los eternos segundos del olvido. Nunca seré, tal vez porque
nunca fui.
¿Cómo se puede
olvidar lo que no pasó?, nostalgia de un alma raída que se deshilacha en cada
amanecer.
Y en el desierto
helado de la soledad, antes de dormir un único deseo: el sol, volver a ver el
sol.
Hay una canción que dice "Qualsevol dia pot surtir el sol", y ciertamente lo hace.
ResponEliminaNo te preocupes, que te cogeré de la mano e iremos hacia el amanecer del sol, que donde estamos debe ser precioso.
Un abrazote